miércoles, 18 de septiembre de 2013

Semillas de chía- Salvia Hispánica (Lamiaceae) III


4. Contenido de Minerales

Son una excelente fuente de calcio, fósforo, magnesio, potasio hierro, zinc y cobre.  Además, contienen entre 13-354, 2-12 y 1,6-9 veces más calcio, fósforo y potasio, respectivamente que el trigo, arroz, cebada, avena y maíz. Asimismo, en comparación con la leche, las semillas de chía presentan un contenido 6 veces mayor de calcio (125mg por cada 100 gramos), el doble de fósforo y 4,6 veces más de potasio (United States Department of Agriculture (USDA), 2002; Instituto Nacional de Alimentos, 2003). Los niveles de hierro en las semillas de chía y en la harina desgrasada son muy elevados, presentando valores poco frecuentes en otras semillas (Bushway y col., 1981). 
En oligoelementos, la chía es una gran fuente de hierro (posee 16,4 mg por cada 100 gramos, llegando hasta 20,4mg por cada 100 gramos en el caso de su harina; valor que casi triplica al contenido en dicho oligoelemento al del hígado de ternera (7,90 mg por cada 100 gramos).


5.  Contenido de Fibra

El análisis comparativo del contenido de fibra de las semillas de chía (18-30%) respecto al de otros cereales, permite apreciar que la chía tiene 1,6; 2,3; 2,6; 8,3 y 9,8 veces más contenido de fibra dietética que la cebada, trigo, avena, maíz y arroz, respectivamente. El contenido de fibra en la harina residual de chía -luego de la extracción de aceite- representa alrededor de un 40%, del cual un 5% corresponde a fibra soluble, denominada mucílago.
Su alto contenido de fibra permite aumentar el volumen del bolo fecal que transita por el tubo digestivo lo que se debe principalmente a su capacidad para absorber agua. En consecuencia las fecas se vuelven voluminosas, suaves debido a la mayor hidratación, estimula el tránsito intestinal reduciendo su permanencia en estos órganos, mientras que al regular los movimientos intestinales evita el estreñimiento, la diverticulosis y el cáncer de colon. 
6. Contenido de Antioxidantes
La muestra  fue de 488,8 mmol equivalentes Trolox (TE)/g, valor similar al informado para el salvado de sorgo con alto contenido de taninos (Awika y col., 2003), mayor que el de algunos granos de trigo (Iqbal y col., 2005) y la mitad del informado para el vino tinto, el que presenta uno de los niveles más altos de actividad antioxidante (Saura-Calixto y Goñi, 2006). La elevada actividad antioxidante de la FRF es atribuible a la presencia de los compuestos polifenólicos, principalmente los ácidos cafeico y clorogénico (Taga y col., 1984) y la quercetina, la cual es uno de los compuestos más potentes y estables (Huang y col., 2005).

Por su alto contenido de antioxidantes las semillas se mantienen frescas y comestibles durante más tiempo. Las semillas de chía pueden ser fácilmente almacenadas en seco durante 4 años sin que se deteriore el sabor, el olor o el valor nutritivo, y todo ello sin un solo producto químico o conservante. Los antioxidantes ayudan a prevenir los daños de los radicales libres en tu cuerpo, el envejecimiento prematuro de la piel e inflamación de los tejidos.
RESUMEN DE LOS BENEFICIOS DE LAS SEMILLAS DE CHIA PARA LA SALUD
Proveedor de Omega 3 o ácidos grasos esenciales: como su nombre lo indica es esencial en el funcionamiento del cuerpo puesto que ayuda a absorber las vitaminas solubles en grasa como la vitamina A, D, E y K. Estos ácidos grasos no los provee el organismo espontáneamente.
Disuelve la grasa de las arterias, reduciendo los triglicéridos y el colesterol malo. Buena fuente de vitaminas del grupo B. Su deficiencia favorece la formación de depósitos de placas en las paredes arteriales. Mantiene niveles bajos de azúcar, reduce la presión arterial, reduce arritmia y posibilidad de muerte súbita. Combate el envejecimiento y deterioro de los tejidos. Evitan la oxidación de los lípidos. Previene la osteoporosis o suaviza sus efectos y las mujeres en edad de menopausia tanto como los atletas necesitan grandes cantidades siendo esencial en la formación de huesos y dientes.
Por el contenido de fósforo, nutre el sistema nervioso y mejora la actividad cerebral como por ejemplo la memoria. Con el  potasio evita calambres sobre todo en deportistas mejora la actividad muscular y ayuda a mantener la presión sanguínea estable. El Magnesio es un gran energizante físico fundamental en la dieta del deportista y ayuda en la absorción del potasio y calcio y en problemas de depresión y debilidad muscular y presión alta. Con el Zinc promueve el sistema inmunológico y es importante para las glándulas prostáticas y órganos reproductores. Previene enfermedades psiquiátricas, depresión, alzheimer, déficit de atención, esquizofrenia, autismo.
FORMA DE CONSUMIRLA
Una cucharadita de semillas en agua, revolverla y dejarla reposar unos diez minutos, luego ingerirla. No tiene sabor ni olor. Puede también comerse en el yogurt, en las ensaladas, en las frutas o en jugos.
No debe consumirse más de una cucharadita al día y no es conveniente para las personas que toman medicamentos para hipertensos o que son alérgicos a los frutos secos.


Semillas de chía- Salvia Hispánica (Lamiaceae) II

PROPIEDADES DE LAS SEMILLAS DE CHIA:  Tiene propiedades Alimenticias y Medicinales por sus contenidos en Acidos grasos esenciales (omega 3), Proteínas  Vitaminas, Minerales, Fibra y antioxidantes.


      1. Contenido de ácidos grasos esenciales (omega 3)

Los ácidos grasos esenciales (AGE) están presentes en cada célula sana del cuerpo y su escasez es crítico para el normal crecimiento y funcionalidad de células, nervios y órganos y dado que nuestro metabolismo es incapaz de producirlo hay que hacerlo en forma exógena es decir, con la alimentación o con suplementos ricos en ellos. Estos aceites esenciales son los que el cuerpo necesita para ayudar tanto a emulsificar como a absorber las vitaminas solubles en grasa (Vitaminas A, D, E y K). Las deficiencias de AGE se relacionan con enfermedades cardíacas, cáncer y diabetes.

Esta sintomatología incluye la piel seca y descamada, pelo desvitalizado, uñas quebradizas, fatiga, debilidad, infecciones recurrentes, alergias, alteraciones del humor, hiperactividad, depresión, problemas de memoria y aprendizaje, lenta curación de heridas, articulaciones dolorosas, digestiones lentas, tensión arterial elevada, obesidad y colesterol  alto. 

Los Ácidos Grasos Omega 3 reducen la tendencia de la formación de trombos ya que aumentan el tiempo de coagulación, disminuyen la agregación plaquetaria, la viscosidad sanguínea y el fibrinógeno y aumentan la deformabilidad eritrocitaria. También desempeñan un papel fundamental en la mejoría de enfermedades cardiovasculares como la arteriosclerosis, arritmias y de fenómenos inflamatorios como artritis reumatoide y en general en la disminución de patologías crónicas, como por ejemplo: el asma.  

Actualmente, se disponen en el mercado de cuatro fuentes de ácidos grasos (omega)ω-3. Las dos más importantes en cuanto a su volumen de producción son las asociadas al pez “menhaden” (Brevoortia tyrannus) y la semilla de lino, mientras que las restantes están constituidas por la semilla de chía y las algas marinas. De estas cuatro materias primas, el lino (Linnum usitatissimum L.) y la chía son los cultivos agrícolas que presentan la mayor concentración de ácido α-linolénico (Ayerza, 1995; Oomah y Kenasehuk, 1995; Coates y Ayerza, 1996). Las otras dos fuentes son de origen marino y contienen principalmente DHA y EPA (ácidos docosahexanoico y eicosapentanoico, respectivamente), ambos ácidos grasos ω-3 de cadena larga.

Cabe señalar que los aceites de chía, lino y algas marinas -especies vegetales- se diferencian del obtenido a partir del pez “menhaden”, especialmente en que este último contiene cantidades apreciables de colesterol (521 mg/100g) (United States Department of Agriculture, 2002). Los efectos benéficos del pescado han recibido mucha atención, dado que la evidencia científica muestra que los ácidos grasos EPA y DHA pueden incidir en la reducción del riesgo de ocurrencia de enfermedades cardiovasculares (Song y col., 2000). No obstante, es necesario considerar que dichos ácidos grasos se oxidan más rápidamente que los ácidos linoleico, α-linolénico y araquidónico, originando productos de oxidación con implicancias desde el punto de vista toxicológico (Freese y Mutanen, 1997).

Por otra parte, en lo que respecta al enriquecimiento de alimentos con ácido graso ω-3, la chía presenta la ventaja de no aportar el característico “olor a pescado” -lo que la diferencia de las otras fuentes previamente mencionadas- y a su vez, presenta un menor contenido de sodio (Ayerza y Coates, 2005).

El contenido de aceite presente en la semilla es de alrededor de 33%, el cual presenta el mayor porcentaje de ácido α-linolénico conocido hasta el momento (62 - 64%) (Ayerza, 1995) así como el tenor más elevado (82,3%) de ácidos grasos esenciales (ácidos α-linolénico y linoleico), seguido por el cártamo, el lino y el girasol con 75, 72 y 67%, respectivamente. Los aceites de colza y de oliva presentan un alto nivel de ácidos grasos insaturados (67 y 82%, respectivamente) debido al gran contenido de ácido oleico aunque con un bajo tenor de ácidos grasos poliinsaturados (27 y 11%, respectivamente).

En general, son importantes para la respiración de órganos vitales y hacen más fácil que el oxígeno sea transportado por el sistema sanguíneo a las células, tejidos y órganos. Además ayudan a mantener la lubricación de las células y combinan con la proteína y el colesterol para formar las membranas vivas que mantienen a las células juntas. Resultan esenciales para la actividad glandular normal, especialmente para el tiroides y la glándula adrenal. Nutren las células de la piel y son esenciales para nervios y membranas mucosas saludables. Su función en nuestro organismo es cooperar con la vitamina D para que el calcio esté disponible en nuestros huesos, ayudando a la asimilación de fósforo y estimulando la conversión de caroteno en vitamina A. También están relacionados con una función normal del sistema reproductivo.

Resumiendo y tal como indican numerosos estudios científicos la grasa omega 3 juega un papel importante en la prevención de enfermedades cardiovasculares, mejorando la función cardíaca normal. También en el desarrollo y mantenimiento de nuestro sistema nervioso, en la regulación de los procesos inflamatorios aliviando la inflamación, artritis y dolor de las articulaciones. Juegan un papel en la prevención de ciertos tipos de cánceres, menor riesgo de sufrir muerte súbita, en la disminución en el progreso de la degeneración macular, y en bajar los niveles de colesterol (aumenta el colesterol HDL y reduce los triglicéridos y el colesterol LDL), alergias, depresión, problemas gastrointestinalesanemiapsoriasis, falta de memoria entre otras disfunciones, y ayudan al sano desarrollo durante el embarazo y al crecimiento infantil.

2. Contenido de Proteínas

La semilla de chía presenta un contenido de proteínas similar al de sésamo y un tenor de lípidos semejante al de lino y cártamo (Elleuch y col., 2007; Bozan y Timelli, 2008; Ixtaina, 2010). Por otra parte, cabe resaltar que la chía presenta un nivel de ambos componentes superior a los de quinoa y amaranto (Ruales y Nair, 1992; Loubes y col., 2012). Su contenido de proteínas oscila entre 19 y 23%  el cual es mayor que el asociado a los cereales tradicionales tales como trigo, maíz, arroz, avena y cebada (Ayerza y Coates, 2005), presentando como ventaja adicional el no contener gluten, motivo por el cual ha sido aprobada por la Asociación Celíaca Argentina como apta para su uso en pacientes celíacos y vegetarianos. 

Las proteínas de chía presentan un adecuado perfil de aminoácidos esenciales. Entre ellos, puede destacarse el contenido de lisina, así como los tenores de metionina y cistina los cuales son mayores que los presentes en las proteínas de otras semillas oleaginosas (Ting y col., 1990). Se ha demostrado que la chia puede incorporarse a la dieta humana junto con otros granos a fin de producir un balance de proteínas más equilibrado (Ayerza y Coates, 2011).

3. Contenido de Vitaminas

Es una buena fuente de vitaminas B. Investigaciones recientes muestran que el bajo nivel de vitamina B en sangre está asociado al aumento del riesgo de sufrir una enfermedad cardiocoronaria fatal y apoplejía (American Heart Association, 1999). La comparación del contenido de vitaminas de la chía con respecto al de otros cultivos tradicionales muestra que el nivel de niacina (vitamina B3) es mayor que el presente en maíz, soja, arroz y cártamo, mientras que su tenor de vitamina A es inferior al de maíz. Las concentraciones de tiamina (vitamina B1) y de riboflavina (vitamina B2) son similares a las del arroz y el maíz, aunque menores que las de soja y cártamo (Ayerza y Coates, 2005).

La carencia de estas vitaminas es uno de los factores que incrementan el índice de homocisteina en sangre, la cual favorece la formación de depósitos de placas en las paredes arteriales e incrementa el riesgo de afecciones cardiovasculares y apoplejía.

CONTINUA III

      

martes, 17 de septiembre de 2013

Semillas de chía- Salvia Hispánica (Lamiaceae) I

Antecedentes
A raíz de los cambios alimenticios que he venido experimentando durante este año 2013 como producto del excelente resultado obtenido con la dieta en la Clínica Rangel Pereira, donde entre otras cosas aprendí que una buena alimentación y el ejercicio diario del cuerpo y la mente necesariamente nos conducen a una buena salud física y mental. Pues allá escuché de la existencia de unas semillitas poderosas que utilizan para decorar frutas y algunas ensaladas. Investigando esos nuevos alimentos me encontré en la herramienta poderosa de la Internet con una Tesis para optar al título de Doctor de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, realizado por Marianela Ivana Capitani denominado CARACTERIZACIÓN Y FUNCIONALIDAD DE SUBPRODUCTOS DE CHÍA (Salvia hispánica L.) APLICACIÓN EN TECNOLOGÍA DE ALIMENTOS (2013) y de ella he extractado estos apartes para difundir el conocimiento de esta maravillosa semilla que nos puede retardar la ingesta de medicamentos alopáticos, favorecer para llegar a la vejez sin demasiado deterioro, evitar enfermedades terminales o aliviar las existentes.

Historia
La chía, es la semilla comestible de la planta Salvia hispánica  (Lamiaceae,). Su cultivo autóctono es de Mesoamérica (territorios que actualmente ocupan la República Mexicana y Guatemala) (Tecante 2010).

Existen evidencias que demuestran que la semilla de chía fue utilizada como alimento hacia el año 3500 a.C., siendo cultivada en el Valle de México entre los años 2600 y 900 a.C. por las civilizaciones teotihuacanas y toltecas. Asimismo, fue uno de los principales componentes de la dieta de los Aztecas junto con la quinoa, el amaranto, el maíz y alguna variedad de porotos (Rodríguez Vallejo, 1992). La importancia de estos cinco cultivos en la dieta azteca está bien fundamentada en el Codex Florentino escrito en tiempos de la conquista de América entre 1548 y 1585 por Fray Bernardino de Sahagún, titulado Historia general de las cosas de Nueva España, en el cual se describen algunos aspectos relacionados con la producción, comercialización y usos de la chía. La chía era utilizada como materia prima para la elaboración de medicinas, alimentos y pinturas, así como en ofrendas a los dioses durante las ceremonias religiosas (Sahagún, 1579). 

Las semillas eran tostadas y se mezclaban con agua para consumirse como gachas (masa blanda medio líquida) o bien se mezclaban con harina para hornear. El aceite se usaba en pinturas o como emoliente y el mucílago como una pasta (ungüento extendido en lienzo) aplicado en heridas o para remover la suciedad del ojo (Ortiz de Montellano, 1978). Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca, recibía entre 5000 y 15000 toneladas de chía anualmente como tributo de los pueblos conquistados (Codex Mendoza, 1542). Con respecto a los Mayas, no existe evidencia de que la chía fuera cultivada en el apogeo de su civilización (800 a.C. a 900 d.C), aunque la existencia de un intenso comercio entre los centros Teotihuacanos y Mayas durante varios siglos hacen suponer que también era conocida por este pueblo precolombino, el cual ocupó una gran parte de México, Guatemala, Honduras y El Salvador (Ayerza y Coates, 2005).

Cuando los conquistadores invadieron América, las tradiciones de los nativos fueron aniquiladas y la mayor parte de su agricultura intensiva y de su sistema de comercialización destruidos hasta casi su extinción. Muchos cultivos que habían tenido la mayor preponderancia en las dietas precolombinas fueron prohibidos por los españoles debido a su estrecha asociación con los cultos religiosos y reemplazados por especies exóticas (trigo, cebada, arroz, entre otras) demandadas por los conquistadores (Soustelle, 1955; Engel, 1987). Así, de los cinco cultivos básicos de la dieta azteca, la chía y el amaranto perdieron sus lugares privilegiados y casi desaparecieron, siendo los efectos de la persecución española mayores sobre la chía.

Sin embargo, esta especie logró sobrevivir gracias a la conservación de algunas tradiciones precolombinas por parte de pequeños grupos de descendientes de las naciones Nahua. Así, estos pueblos lograron vencer a los conquistadores y las presiones de la cultura impuesta permaneciendo aislados en el sudoeste de México y las zonas montañosas de Guatemala. Actualmente, los descendientes de los Nahua y de los Mayas utilizan este grano ancestral en una popular bebida denominada “agua fresca de chía”, aunque su preparación difiere de la realizada por los antiguos Mexicanos la cual era consumida por razones étnicas o religiosas (Ayerza y Coates, 2005).
Su nombre proviene de la palabra maya "Chía" que significa fuerza. Se cree que las semillas de chía fueron utilizadas por los mensajeros mayas, para llevarlas en cantidad suficiente en una pequeña bolsa para mantener la energía y la resistencia durante largas travesías.
Importancia
Teniendo en cuenta las tendencias actuales de los consumidores en cuanto a la ingesta de alimentos ricos en ácidos grasos poliinsaturados (ω-9, ω-6 y ω-3) omegas, fibra dietética y antioxidantes la chía (Salvia hispánica L.) es un cultivo con importantes propiedades nutritivas, cuyos componentes podrían contribuir en el desarrollo de alimentos funcionales. En este sentido, la semilla de chía y sus productos derivados (aceite, harinas y mucílago) presentan altos niveles de ácidos grasos poliinsaturados, principalmente ácido linolénico (omega ω−3) aproximadamente 60%, antioxidantes (ácidos clorogénico y cafeico, miricetina, quercetina, kaempferol y flavonoles), vitaminas y minerales (riboflavina, niacina, tiamina, calcio, fósforo, potasio, zinc y cobre) y fibra dietética (alrededor de 50% de fibra dietética insoluble y 5% de fibra dietética soluble).






martes, 3 de septiembre de 2013

WILLIAM OSPINA

Escritor Tolimense, Colombiano (1954) 
Siguiendo la trayectoria de este admirado historiador y después de haber leído algunas de sus obras me encontré este texto en el Blog Café de los sabores Bibliófilos de Marcelo Castillo y me tomé la libertad de traer el escrito a mi blog por lo oportuno, acerca de la lectura de AURORAS DE SANGRE, URSUA, EL PAIS DE LA CANELA y con motivo del lanzamiento de su novela "La Serpiente sin ojos". 

Dice Marcelo:

'La serpiente sin ojos'
William Ospina lanza su novela que conforma la trilogía sobre la vida del conquistador navarro Pedro de Ursúa


El libro, abierto en la página 173, profundizaba en los versos endecasílabos que escribió en los años de mil quinientos y tantos Juan de Castellanos. Eran la historia de la conquista, con sus horrores y proezas. Eran la Historia, en mayúsculas, que durante siglos estuvo enterrada, y que rescataron a medias Ulises Rojas, Miguel Antonio Caro y Mario Germán Romero. Él había comenzado a conocerla sin conocerla siendo muy niño, cuando recorría las tierras del norte del Tolima a las que había llegado su bisabuelo desde Sonsón, y se preguntaba qué, cuándo, cómo, por qué. “Ellos, mi abuelo y su padre, buscaban guacas de indígenas. Incluso, alguna tierra la pagó con el dinero que había conseguido por las guacas”. El interrogante para William Ospina era claro e inmenso: “¿Dónde estaban, entonces, los indígenas?”.
Luego, ya de adolescente, cuando las letras de Shakespeare y de Borges, y los poemas de Rubén Darío, Luis Carlos López, Pablo Neruda y Barba Jacob lo habían devorado, supo que los indígenas de aquellos lares se habían extinguido en el siglo XVI. Después, muchos años más tarde, en un encuentro de poesía colombiana en tiempos de la Conquista, en la Casa Silva, se enteró con mayores detalles del poema que había escrito durante más de 30 años Juan de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias. “Descubrí que era el más extenso de la historia en América y que había sido ignorado por siglos, pero sobre todo, fue maravilloso encontrarme con el libro y con lo que había ocurrido”.

En el comienzo de su libro Las auroras de sangre, Ospina escribiría a finales de los años 90 que “la irrupción de América no fue un episodio histórico cualquiera, no fue una guerra más: fue un hecho decisivo de la historia y cambió al mundo. Aunque no compartiéramos la idea de Borges de que las grandes hazañas deben perdurar en la poesía, o la de Homero de que el mundo quiere cantar sus desdichas, o la de Hölderlin de que, a pesar de los méritos abundantes del hombre, lo que perdura lo fundan los poetas, un fenómeno de esa magnitud, que supuso el trasplante de razas enteras y la mutación de costumbres y lenguas, y que inauguraba un mundo, tendría que haber dejado una vasta poesía”.

Luego, por más de 450 páginas, relató la historia. La vida de Juan de Castellanos, su infancia en Alanís, su posible llegada a América en 1539, su estadía en la isla de Cubagua, sus tropiezos, victorias, amores y desamores, su arribo a Tunja ya como clérigo, sus años allí como beneficiado de la Catedral. “Más me sorprendió que en aquel tiempo hubiera un español interesado de ese modo, no en la Conquista ni en el oro, sino en América”. Ospina hizo el relato del relato de Castellanos. Visitó Alanís, conoció su pasado, de pueblo celta a parte del Imperio romano, de enclave árabe a terruño español. Vivió en Tunja, recorrió las calles que había recorrido el poeta, palpó y aprehendió los muros de su casa y escribió, año tras años. Uno, dos cinco, ocho.
Las auroras de sangre fueron el comienzo de su interminable y profunda visita a los tiempos de la Conquista. Luego publicó Ursúa, la vida de Pedro de Ursúa, uno de los primeros conquistadores españoles que recorrieron y lucharon América. La sangre, la sumisión, el odio, la búsqueda insaciable, los riesgos, las mentiras, las sublevaciones, la vida y la muerte, las selvas y las llanuras, los ríos, las serpientes, los tigres, el mar...
Detrás de cada motivo volvía a aparecer Juan de Castellanos, sus descripciones y sus versos, los caballos heridos, los remiendos en la nariz de Pedro de Heredia, los nuevos nombres y las nuevas palabras. Al final de aquellas 500 páginas, ni él, Castellanos, ni Ursúa, se habían agotado. Uno velaba las historias. El otro las protagonizaba. Por eso Ospina retornó en El país de la canela y La serpiente sin ojos a la Conquista. “Venían de todas partes y cada uno tenía un pasado —escribió en el capítulo número 25 de su última obra—. ‘Yo nunca les pregunto por sus orígenes’, me dijo Ursúa en el astillero, ‘puedo presumir que todos guardan una historia turbia, pero aquí llegan buscando la oportunidad de ser valientes, de ser héroes y de ser ricos’. Lo cierto es que casi se veía en sus rostros que no sólo andaban buscando un futuro sino huyendo de recuerdos tortuosos, maquinando la mejor manera de vengarse de su propio pasado”.
Contó el viaje hacia el Amazonas de don Pedro de Ursúa, sus amores con Inés de Atienza, su estúpida decisión de llevársela consigo. “Y lo que pasó fue la tragedia de Ursúa y de ella, y la expedición terminó en manos de Lope de Aguirre”, comentaría él, y escribiría, “Pero cuando Lorenzo de Salduendo perdió el favor de Aguirre, el déspota lleno de espadas y cuchillos, que controlaba por el terror los campamentos, siempre rodeado por su guardia siniestra y con Antón Llamoso convertido en su sombra, la suerte de la hermosa Inés estaba decidida”.
El destino de escritor le llegó a Ospina luego de haber intentado ser periodista en una agencia de noticias y publicista. Un día, dijo, suele decir, “dio el triple salto mortal”. La Odisea que había leído a los nueve años lo volvía a tentar, ahora con otros miles de títulos y otros autores y decenas de cientos de poemas. Habló entonces de “la superstición de las palabras”. De la magia de escribir, del creer que una palabra, una frase, pueden cambiar una vida, y del buscar en esa palabra, en esa frase, la vida. “Uno cree que las palabras influyen, marcan, determinan. De ahí surge el destino de un escritor”. Él era escritor y lo sigue siendo. Primero, como poeta (Hilo de arena, La luna del dragón, El país del viento); luego como ensayista (¿Dónde está la franja amarilla?, Es tarde para el hombre), y más tarde, como historiador y novelista y poeta de nuevo, pues jamás ha comprendido una obra sin que fuera una amalgama de verdad, belleza, inteligencia y profundidad.