miércoles, 30 de septiembre de 2009

Deuda saldada

Entré al cuarto y lo vi ahí atado del cuello con el cáñamo de su hamaca. Me dijo, retira lo queda de dinero en el banco y tumbó el banquillo con los pies.

COMENTARIOS A UN TEXTO

Sincelejo, Septiembre 29 de 2009

¿APRENDER LITERATURA O CONVERTIRSE EN LECTOR?

Contar ha sido una necesidad en el ser humano. La memoria escrita menciona desde el Siglo II a.c. a las Fábulas de Esopo, Homero, Satiricón, Brahamans en la India, Épica de Gilgamesh, Las mil y una noches, Los cuentos de Canterbury, la recopilación de Charles Perrault, como La Cenicienta y otros más. También recordamos a los juglares que relataban sus vivencias de lugar en lugar y aún hoy, tenemos a nuestros indígenas, en donde el mayor de la tribu, Mamo, le trasmite su sabiduría a otro para conservar su cultura. Estas historias han sido recogidas de la tradición oral para ser escritas posteriormente.

Con el paso de los años cada escritor ha tenido como referencia a los anteriores, en su estilo, técnica o forma de escribir. Ese estilo se ha mejorado con la creación, que inventa, crea una nueva forma de contar muchas veces la misma historia. Y ha sido tarea de los escritores descubrir la enjalma de cada una, el uso del idioma, la mezcla de culturas e idiosincrasia de una época para dejar un registro. Dejar registro con lo no dicho, con lo que quiso decir y no está en las palabras, porque está en el trasfondo de la obra. Eso lo no dicho, lo que está detrás de la barrera es el trabajo del escritor.

Sin embargo, en nuestros días existen escuelas o universidades que estudian el idioma y la obra literaria no prolifera. Nuestro sistema educativo ha separado, la tradición de contar y por ende de escribir, a través de la: poesía, cuentos, relatos, novelas, etc., del estudio de la obra y su escritor. Ha generalizado el concepto de que la Literatura es la obra en sí misma, el objeto material, que se estudia. Y el escritor, con sus herramientas, es un objeto inanimado que no merece ser seguido. Es decir se estudia la obra, no para escribir una nueva, sino para el deleite, crítica, o para alardear conocimiento y memoria. Como quien estudia Cine y no sabe cómo hacer una película.

Para hacer Literatura se necesita escribir. Para saber Literatura se requiere conocer a los maestros y leerlos de determinada forma, dónde la historia misma, a veces, pasa a un segundo plano y se centra el análisis en la construcción de personajes, en la estructura o montaje y su trasfondo. Es decir, cómo esa obra llega a trasformar a un lector.

Desde mi experiencia, la cual empezó con la necesidad de la Escritura y giró hacia el estudio de la obra Literaria, he aprendido que se hace Literatura y se aprende Literatura, cuando quieres imitar a un maestro y que la obra tendrá sentido cuando el lector después de haberla leído, ya no puede ser igual.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

DENUNCIO LA INDEFENSION

Miércoles 9 de Septiembre

DENUNCIO LA INDEFENSION

Un miércoles cualquiera inicia con el POWER del computador. Suena la indicación que ha sido cargado el enrutador y la red inalámbrica está conectada. Se activan: el Messinger, el Skype y la Wradio. Después del gimnasio, baño, desayuno pasa al trabajo en casa. Se siente feliz, obvia trancones, evita los pitos, peatones, motos, el horario y el sol. Tararea canciones y degusta los comentarios acerca de las noticias del país. Los ventiladores agitan sus hélices, saltan los zancudos e inicia las conversaciones en la red.

No ha pasado una hora, cuando aparece un letrero fatal: “no puede mostrarse la página web”. Mueve cables, reinicia el equipo, hace los protocolos de ayuda y continúa el mensaje. Golpea la mesa, recorre cuartos, cocina, sala, dando tiempo a su restablecimiento, pasa un tiempo y hace la llamada.

Marca el número 8000 para reportar el daño, contesta una amable máquina que le informa sobre líneas ocupadas y la necesidad de esperar. Deja el auricular en altavoz y pasan 5, 10, 15 minutos y se repite el mensaje: “participe en la rifa de un carro, una moto o un televisor”, hasta que el aparato hace clic, ve disminuida la velocidad del ventilador y la pantalla del computador queda a oscuras. Han suspendido el fluido eléctrico. A esta catástrofe sobrevive el celular. Ahora debe reportar dos daños: el internet y la luz, intenta, es otra línea 8000, servicio al cliente; responde una voz más amable que la anterior: su teléfono no tiene activado el servicio 8000, llame al *300.
De inmediato marca, como única alternativa, es su operador privado desde hace años, casi podría decir, que tiene acciones en ellos, le escucharán, está convencido, después de varios intentos y repetir los mismo datos sobre que “para garantizar su seguridad esta llamada puede ser monitoriada o gravada”, la máquina dice que es imposible efectuar la comunicación porque su operador de internet, teléfono o televisión no tiene convenio con el de celular. Maldice. Se pregunta ¿porqué no se pondrán de acuerdo los tales operadores? Grita en voz alta. Llega al máximo su impaciencia, se le sube la presión arterial, manifiesta su deseo de decir a los gerentes que sus servicios son atrasados.

Suda, camina, se baña, se siente perseguido por los zancudos, no puede concentrarse en la lectura, está incomunicado, vencido. Recuerda que puede denunciar. Lo considera como un atentado al trabajo, a su tranquilidad; se le viene a la memoria el estado de derecho y llama por el celular a un teléfono fijo de larga distancia: Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios y allí de una forma cordial le piden, para recibirle la denuncia, enviar por fax una copia de la queja, junto con la copia de la respuesta dada por el operador que incumplió la prestación. Cuelga y se sienta.
A las tres de la tarde, se restablece el servicio eléctrico y el Internet; regresa la normalidad como si nada hubiera pasado.