REGRESO A CASA
También estoy de regreso a casa.
Salí hace cuarenta años de un pueblo de menos de dos mil habitantes hacia la capital del país. Dejé el baúl por una maleta de fibra de vidrio. Cambié el calor costeño por una ciudad fría, el short por la minifalda, las trenzas o cola de caballo por el blower. Más que la alegría de viajar en avión, estaba el deseo de estudiar una profesión, encontrar otra rutina de las tardes sin televisión, teléfono y luz eléctrica solo de 6 a 9 de la noche. Así mismo, no quería leer las noticias cada segundo día y enterarme de lo que ocurría, con un transistor grande que funcionaba con luz.
En esa época el tiempo no tenía prisa. La información viajaba lenta y los sentimientos tenían efecto retardado. Para enterarme mi padre cumplía una cita cada 15 días en las oficinas de Telecom. El viajaba 2 horas, en una chiva de madera, el domingo, por una carretera sin pavimentar y con una lista escrita de eventos para que la emoción de oír la voz no le hiciera olvidar el recado. Las cartas se demoraban 20 días y los marconigramas ocho; de esta forma me enteré un día: "abuela murió tranquila".
Bailábamos en salones amplios el Porro, Boleros con orquestas como Pacho Galán, Lucho Bermudez, la Billos Caracas Boys y se "pedía barato" (otro parejo podía tomar a la pareja y bailar con ella). Esto era motivo de algunas trifulcas en las fiestas. Bogotá llegaba hasta la calle 72 y Chapinero era un conjunto de casas grandes habilitadas para recibir estudiantes, separados por su género.
Hoy de regreso a casa, (vivo en Sincelejo desde Febrero de 2009) no tengo que salir para realizar mis transacciones financieras, pagar los servicios que se llevan el 50% de mi anhelada pensión, comprar, hablar en tiempo real, por la cámara del computador ver los dientes nuevos de mis nietos. Además a través del blogs puedo contar con los amigos.
Igual que ayer, mis hijos están lejos y seguramente habrán pensado lo mismo que yo hace cuarenta años. ¿Qué nos faltará por ver?
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